Jugar con la tierra y el agua, elementos esenciales para la vida, disfrutando del sol y el aire libre, son los primeros pasos que dan los más chicos junto a la profesora Betty. Observar las aves, los bichitos, juntar hojitas y oler las flores, son momentos placenteros que permiten disfrutar del regalo cotidiano de la naturaleza.
En algunos chicos, tal vez por vivir en la ciudad donde estas posibilidades no son tan cercanas, animarse a tocar la tierra, ensuciarse, sentarse en el pasto, salpicarse un poco de agua, no se da de manera espontánea y es necesario estimularlos a experimentar, a sentir y descubrir, dándole a cada uno el tiempo necesario para adentrarse en el maravilloso mundo natural.
A medida que la curiosidad se va despertando, es posible introducir a los alumnos en el conocimiento de los ciclos vitales, plantar una semillita y esperar a que llegue la sorpresa de la planta que asoma, desarrollar el hábito del cuidado cotidiano, trasplantando y regando.
La naturaleza está ahí, a veces más accesible, a veces más lejos, pero siempre posible. Los docentes llevan a cabo la tarea de enseñar a los alumnos a disfrutarla, a conocerla, a cuidarla.